lunes, 18 de octubre de 2010

SEYDU / Diamond Tears / 22 de octubre / 20 h / Teatro Auditorio Adolfo Marsillach

Vocalista, compositor y percusionista, Seydu nació en Freetown (Ciudad Libre) fundada para acoger a los esclavos libertos que, desde América, regresaban en busca de sus raíces arrancadas, y erigida como símbolo de libertad. Freetown es la capital de Sierra Leona, un pequeño país de la costa occidental africana y gran productor de diamantes, desde donde, desgraciadamente, como de tantos otros lugares, nos llegan más noticias de guerra que de música.
Seydu creció oyendo los cantos de su madre, mezcla de fullah y de mandinga, y asimilando los ritmos que su abuelo arrancaba a las pieles de los tambores, vivencias que han marcado con fuerza sus señas de identidad musical.
Se dedica a la música desde muy temprana edad y se integra en bandas como la National Troupe de Sierra Leona, fundada por su abuelo. Precisamente, con la National Troupe de Sierra Leona. Poco después viaja a Nigeria donde vive en la pequeña ciudad-comuna de Fella Anikulapo Kuti.
Hace casi veinte años que llegó a España, donde, poco a poco, y no sin dificultad, se hizo un hueco en el difícil mundo de la música, tocando con diferentes formaciones: reggae, afro, latin, jazz, pop... que conformaron su actual bagaje musical. Ha acompañado a grandes artistas, como Raimundo Amador y Kiko Veneno y ha participado en diversas grabaciones de estudio con gente como Rosario y Alejandro Sanz o Kiko Veneno, llegando a ser uno de los percusionistas de más éxito en nuestro país.
Después de abandonar su primera banda Bambara (orientada al reggae), comenzó a desarrollar sus propias ideas musicales que culminaron en Freetown, su primer proyecto en solitario realizado con Nubenegra. Mezcla de afro-beat, soul, jazz, pop y sonidos de raíz que dan forma a lo que él acuña como "etno-pop". Freetown es un disco eminentemente urbano que refleja las inquietudes artísticas y el momento musical de un artista que se erige como claro exponente de la España cosmopólita de nuestros días.
Posteriormente, participó en La Banda Negra, donde Seydu se une con otros artistas africanos -todos ellos afincados en Madrid- como Rasha, Wafir, los hermanos As, Mass y Pap -componentes de Djanbutu Thiossane- y Bidinte. Con ellos realiza una gira centroeuropea que culmina con su presentación en el Womex´99. Seydu presenta ahora su segundo disco en solitario, Diamond Tears, con Lokua Kanza como coproductor. Un álbum intimista y de contenido claramente étnico sobre una base musical de dusunguni, sanzas y bolom en el que Seydu hace un viaje de vuelta a su infancia y recupera la "Palm Wine Music". Un recorrido de Lágrimas y Diamantes por Sierra Leona que nos cuenta y hace partícipes de las tristezas y alegrías de sus habitantes. Diamond Tears es un canto a la esperanza y a la vida expresado a través de la música.
"LAS GUERRAS HAN ARRASADO LA CULTURA AFRICANA"
Entrevista a Seydu, cantante y percursionista
Entrevista Público.es 5 de agosto de 2010

Seydu ayuda a los niños soldado a reinsertarse a partir de la música.
El cantante sierraleonés Seydu (Freetown, 1964) conoce bien cómo es la vida después de la guerra. Aunque evitó los efectos de la violencia que asoló el país entre 1991 y 2002 al salir como emigrante clandestino hacia Europa, el autor de la canción Diamond tears, contra el tráfico de diamantes en zonas de guerra, ha regresado a Sierra Leona para ayudar en la reconstrucción social. Mientras ultima para septiembre la publicación de nuevo disco, Return to Africa, Anthony Seydu Zacha-riah Jalloh gestiona en su ciudad natal una escuela-taller para reinsertar a ex combatientes y huérfanos, en especial ex niños soldado. Seydu apuesta por recuperar las culturas tradicionales de Sierra Leona en el camino hacia la normalidad. "Porque lo importante es que la gente pueda vivir en paz".
- ¿Cómo logró salir de Sierra Leona?
Salí con 18 años como polizón en un barco mercante que me dejó en Canarias. Era 1982 y aún no había comenzado la guerra. Durante un viaje posterior, en 1995, se recrudecieron los combates y logré escapar por tierra hasta Guinea Conakry. Allí me busqué la vida para coger un avión a Dakar, donde pude hacer valer mi documentación española para regresar a Madrid.
- ¿Y por entonces ya se dedicabaa la música en su país?
Sí, soy músico desde joven. En mi país formaba parte de la National Dance Troupe de Sierra Leona, grupo creado por mi abuelo, Ebeneze Calender, pero que luego desapareció debido a la guerra civil. Ahora yo he vuelto a formar el grupo a través del proyecto Diamond Child, que también gestiona una escuela-taller de arte y cultura en la localidad de Goderich. Allí tratamos de reinsertar a alrededor de 500 jóvenes de la calle que fueron niños soldado. Entre nuestras actividades está la refundación de la National Dance Troupe, que es la única formación que ahora representa las artes populares en Sierra Leona.
- Aquí también padecimos una guerra civil, pero ¿qué incidencia tuvo la contienda en la cultura de su país?
La música palm-wine desapareció durante los años de la guerra civil. Antes del conflicto hubo una época dorada. El presidente Milton Margai [1961-1963] impulsó la cultura popular y apoyó a músicos como S.E. Rogie. En esos años también se produjo la revalorización de otras músicas que habían venido con los esclavos negros que regresaron de zonas del Caribe como Jamaica o Guayana. El presidente Margai se esforzó mucho para que todos los grupos étnicos tuvieran posibilidad de hacer sus músicas tradicionales.
Pero luego vino la guerra y consumió esa pequeña base artística en el país porque los músicos, que en su mayoría vivían en zonas rurales del interior, fueron huyendo a la capital, Freetown, para evitar los combates entre 1991 y 2002. Fue tal devastación que el 90% de los artistas dejaron de cantar, cuando no murieron en los 11 años que duró la guerra civil. Es una situación que, por desgracia, se ha repetido con demasiada frecuencia en otras zonas de África, donde las guerras han arrasado nuestras culturas.
- ¿Cuándo se verán resultados de la reinserción de los niños soldado con los que está trabajando?
Poco a poco. En nuestra escuela-taller estamos logrando que los jóvenes acepten cambiar sus fusiles Kalashnikov por instrumentos musicales que ellos se encargan de fabricar. Es una nueva inyección de energía y de sabiduría enfocada a las artes populares de Sierra Leona, donde ahora mismo tenemos cierta tranquilidad para hacer una vida normal. Freetown se está convirtiendo en una ciudad en la que se puede vivir con dignidad. Pero África es África, y mucho más en un país que ha estado tantos años en guerra, y no es fácil que los avances se afiancen. Lo más importante es que la población viva en paz.

jueves, 23 de septiembre de 2010

CARLOS MONTERO / Melodías de arrabal. S M el Tango / 8 de octubre/ Teatro Auditorio Adolfo Marsillach/ 20 h


RESEÑA DE CARLOS MONTERO POR FERNANDO G. LUCINI, MUSICÓLOGO, PERIODISTA Y ESCRITOR.
Carlos Zamboni, verdadero nombre de Carlos Montero, nació en Buenos Aires, en 1938.

Carlos, con su corazón “siempre mirando al Sur”, es un músico y un guitarrista excepcional que, además, canta; y lo hace con eso que en el lenguaje flamenco se llama “jondura”, es decir, con una voz que le sale de lo profundo y que suena a suspiro o a desgarro del alma; voz interior percibida, en ocasiones, como lamento o quejío, y, otras veces, como confidencia amable y amiga que adquiere, en el tono sobrio de su voz, el valor de la palabra tierna, creíble y verdadera.

En su infancia y, por supuesto, en lo que sería su futuro artístico, desempeñó un papel fundamental el barrio concreto en que nació: fue en Mataderos, barrio que en el Buenos Aires de los años treinta era un lugar fronterizo entre la pampa y la gran ciudad.

A un lado de aquel barrio –y de la casa en que nació Carlos– se encontraba el mundo y la realidad rural, con sus paisajes, sus gentes sencillas, el verde, el ganado, el gaucho y su folclore –zambas, milongas y chacareras–; al otro lado, la ciudad, el suburbio, la sed de verde, la calle, el arrabal, el bullicio, la soledad, el tango; género musical de carácter urbano y popular que el gran Discépolo definió como un pensamiento triste que se baila.

Zambas, milongas, chacareras... y tangos..., que Carlos fue integrando en su sensibilidad musical; sensibilidad reforzada, además, a través de su formación clásica, adquirida, inicialmente, en las clases particulares de guitarra que recibió en su casa, y, poco tiempo después, en el Conservatorio Nacional de Música Carlos López Bouchardo.

El hecho fue que Carlos a los cinco años ya tocaba la guitarra.

Su padre –también guitarrero, que formaba parte de un grupo musical llamado Alberto Coria y su Cuarteto– lo que más deseaba era que su hijo se dedicara exclusivamente a estudiar, pero, a pesar de sus deseos, no pudo evitar que Carlos, siendo aún muy niño, iniciara sus primeras actuaciones en público.

Una de aquellas actuaciones tuvo lugar el 5 de octubre de 1949, en un Gran Festival Artístico y Cinematográfico, organizado por la Asociación “11 de Setiembre”, en el Cine National Palace; festival en que se le anunciaba así: “El niño Juan Carlos Zamboni. Canto, acompañado en guitarra”.

“En casa había gran tradición –comentaba Carlos en el diario Madrid, el 6 de noviembre de 1971–. Era lógico que me entusiasmara con la música desde el principio. Pero fue un aprendizaje duro, porque había que vivir y ganar dinero.

Así, toqué en salas de fiestas y cabarés, en salones folclóricos y boites, cuando era todavía un adolescente. Por supuesto, con el permiso de mi padre en el bolsillo, por si la policía me encontraba a altas horas de la noche en la calle... Después, ingresé en el Conservatorio de Música, donde aprendí las normas de lo clásico, que afortunadamente no destruyeron para nada mi entusiasmo ni mi afición por el folclore [...]. En el Conservatorio aprendí lo clásico; la calle me enseñó el folclore, lo que cantaba y sigue cantando la gente”.

Hasta 1959, Carlos Montero –o, mejor, Juan Carlos Zamboni– participó en diversos grupos musicales y afianzó su carrera como solista ofreciendo recitales de canto y guitarra en los que interpretaba, sobre todo, temas folclóricos.

Uno de aquellos recitales fue, por ejemplo, el que dio, en Buenos Aires, el 9 de agosto de 1958, organizado por MEEBA, Asociación de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes.

Aquel recital, en el que Carlos interpretó obras populares de Ariel Ramírez, de Oscar Valles, de Eduardo Falú y de Jaime Dávalos, fue presentado en los siguientes términos: “Nuestra música autóctona, expresión melancólica de ardiente sentir que anida en los sentimientos de los hombres de nuestra tierra, tiene un ferviente y expresivo cultor en el joven artista Juan Carlos Zamboni [...].

MEEBA, al brindarlo a la consideración del público amante de esas bellezas del espíritu, asegura a este joven ejecutante un lugar de privilegio entre los valores de ese género que encuentra hoy en Buenos Aires la cuna del nacimiento del Arte Folclórico”.

En 1959, con toda la experiencia artística acumulada, Carlos recibió la oferta de un conocido músico argentino, Hugo Díaz, para incorporarse a una compañía folclórica que estaba montando con la intención de emprender una gira por diferentes países europeos; entre ellos, Alemania, Bélgica y Holanda.

Carlos aceptó la propuesta e ingresó en aquella compañía, que, con el nombre de Hugo Díaz y sus Changos, integraban el propio Hugo, Victoria Díaz –su mujer–, Carlos, Alberto Cortez y un bailarín apellidado Ferreira.

Así fue como Juan Carlos Zamboni, ya con el nombre artístico de Carlos Montero –sugerido por el representante de Hugo Díaz–, viajó por primera vez a Europa para presentar un espectáculo al que llamaron Argentine National Tanz-Show.

Finalizada aquella gira europea, Hugo Díaz y Victoria regresaron a Argentina, y Carlos Montero y Alberto Cortez decidieron quedarse en Europa.

Esta decisión la motivó el gran éxito que en aquel momento había logrado Alberto con la grabación, en Bruselas, de sus primeras canciones; entre ellas, El sucu-sucu y Las palmeras; grabación realizada en noviembre de 1960, en la que Carlos le acompañó a la guitarra. Aquella circunstancia le permitió a Alberto darse a conocer por toda Europa, y empezar a ofrecer numerosos recitales, en los que Carlos Montero solía acompañarle.

En 1964, Alberto Cortez, tras contraer matrimonio con Renée Govaerts, fijó su residencia en España, y Carlos, siguiendo sus pasos, tomó la decisión de trasladarse a vivir a Madrid.

Durante varios años –en concreto, entre 1964 y 1971, y, posteriormente, siempre que se lo solicitaron–, Carlos, vinculado totalmente a la canción de autor, llegó a convertirse en uno de los más importantes arreglistas de la época; por ejemplo, prestó su sensibilidad, su maestría y su sabiduría musical a artistas como Alberto Cortez, Luis Eduardo Aute, Mari Trini, Patxi Andión, Gontzal Mendibil, Jerónimo Granda, Adolfo Celdrán, Mestisay, Luis Pastor, Pablo Guerrero, Carlos Cano y muchos más.

En 1971, tras todo ese recorrido musical, decidió grabar su primer disco, con el fin de reivindicar y actualizar el auténtico folclore de su país natal. Aquella fue una aventura apasionante, gracias, entre otras razones, a su encuentro con el poeta argentino José Alberto Santiago –ganador del premio de poesía Leopoldo Panero, y hoy lamentablemente fallecido–, que llegó a convertirse en su cómplice literario inseparable.

“Yo siempre tuve ganas de hacer un disco –le comentaba Carlos a Alberto Míguez, en la entrevista al diario Madrid antes citada– He trabajado en varias casas de discos y estoy muy relacionado con el ‘medio’. Pero necesitaba una persona que compartiera mis propias inquietudes. Yo soy un mal letrista; no soy escritor, soy músico. Hasta que un día conocí por casualidad al poeta José Alberto Santiago, que compartía mis propias inquietudes pero desde otra perspectiva: la de la literatura. Él buscaba una persona que pudiera musicalizar sus poemas. Yo buscaba una letra adecuada para mis músicas. Comenzamos a reunirnos y hablamos largo rato”.

“Primero, surgía el tema poéticamente, y, después de muchas tentativas, tensiones, discrepancias, iban saliendo la música y la letra al unísono. No se trataba, pues, de dos realidades autónomas que llegaban a unirse, sino de un solo acto de creación, realizado al mismo tiempo por dos personas. Después de la reunión, cada uno se iba a su casa y revisaba, mejoraba los textos y la música. Claro que no todas las tardes fueron inspiradas. Nos pasamos muchas horas en blanco, sin saber qué escribir ni qué inventar. Otras eran, por el contrario, tremendamente fecundas. Dependía del estado de ánimo y de la inspiración”.

Así fue como nacieron los tres primeros discos de Carlos Montero; tres obras inolvidables que se convirtieron en documentos sonoros básicos para entender y para disfrutar de la auténtica música popular argentina.

El primero se llamó De la huella (Movieplay, 1971), disco en el que, además de las canciones compuestas sobre textos de José Alberto Santiago, Carlos incluyó el tema Hacia la ausencia, de Jaime Dávalos y Eduardo Falú, y una preciosa zamba basada en un poema de Patxi Andión. Con ese disco ya en el mercado, Carlos Montero participó en el Primer Festival Internacional del Poema Musicado –también llamado Festival del Fuego–, celebrado en septiembre de 1972, en el Club Entrepicos, de la sierra madrileña.

En aquel festival, Carlos y José Alberto obtuvieron el primer premio con el tema Zamba de la pensión; canción que grabó y editó Movieplay en un single, y que inmediatamente adquirió una gran popularidad.

Los otros dos discos de Carlos, creados en colaboración con el poeta José Alberto Santiago sobre temas del folclore argentino actualizados, fueron los titulados De las raíces (Movieplay, 1973) y De allá lejos y este tiempo (Movieplay, 1976).

Sobre el valor musical y poético de estos discos resulta muy interesante el contenido de la carta que le escribió el poeta Félix Grande a Julio Cortázar, residente en aquel entonces en París, que apareció publicada en la carpeta del segundo LP de Carlos Montero –De las raíces–, y de la que me voy a permitir reproducir un fragmento:

“José Alberto Santiago –escribía Félix Grande– sigue dándole al verso, por aquí anda, y en una de ésas acertó en todo el centro a unas cuantas letras de zamba, milonga, chacarera, vidala y, sobre todo, claro, de vidalita irreparable; y como a veces es verdad que nada importante se pierde, apareció Carlos Montero, un porteño de Mataderos (¡de Mataderos, che!), agarró esas letras tan verdaderamente argentinas que hasta llevan entre sus versos unos años de expatriación, y amando mucho a su lejana partida de bautismo diseminada por toda aquella patria de provincias inmensas y caudillos norteños y del folclore impresionante, y usando de su voz que es a la vez ingenua y profesora, que es a la vez tierna y viril (si vieras qué cantor de tangos), y manejando una técnica guitarrística de estudioso del corazón, y creando melodías alucinadas, hizo con todo ello unos discos, que son, también, una partida de bautismo, un lenguaje; por eso tú, Julio, parsimonioso catador de lenguajes, imagina que en dirigible umbilical y misteriosamente llegué a París, que en silencio y sin llave y sin llamar entré en tu casa, que eché a andar este disco que se llama De las raíces con precisión tumultuosa, y que sin hacer ruido me fue cuando empezaba a sonar esa Zamba de la pensión insoportablemente hermosa o esa excepcional vidalita que ahora tú empiezas a oír desde la almohada insomne, y te levantas, y te acercas hasta esta música, y escuchas solitario, y empiezas a preparar el mate, y fumas en la oscuridad deseando suerte para vivir a estos poetas, a estos dos camaradas americanos que giran, giran, giran su amor y su nostalgia y su profundidad en este disco incontenible”.

Paralelamente al trabajo creador que hemos analizado, en el que Carlos realizó la reivindicación y la actualización del auténtico folclore rural de su país, también se propuso la necesaria recuperación de la esencia de otro género de la música popular argentina de carácter más urbano: el tango; recuperación personalísima y dignificadora que calificó como Tangos a mi manera, nombre del primer LP, grabado en 1973 por Carlos Montero y dedicado exclusivamente a ese género.

En la contraportada de la carpeta de aquel disco, Carlos escribía:

“Quiero dejar constancia de que el tango es una parte más de la música popular argentina y de que Buenos Aires es otra de las muchas regiones que le dan variedad y riqueza al folclore.

Por todo esto y a mi manera, quiero rendir un homenaje a aquellos hombres que, alrededor de los años treinta, comprendieron el peligro de la comercialidad y la cursilería que rodeaba al tango.

Gracias a sus obras, podemos gozar hoy de su autenticidad y también del peculiar lenguaje que aún se mantiene, ¡lo único quizá!, y que les da a los porteños esa particularidad que distingue a los pueblos con propias y entrañables raíces”.

Homenaje que en Tangos a mi manera se traduce en la exaltación de grandes nombres propios como Homero Manzi, Aníbal Troilo, Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores, y en piezas hermosamente inolvidables como Cambalache, Cafetín de Buenos Aires, El último organillo, Malena, Sur y Che bandoneón.

Catorce años más tarde, sin dejar de trabajar como compositor y como arreglista, y de acompañar a la guitarra a muchos de los compañeros artistas antes citados, Carlos grabó y publicó una nueva obra, titulada Y sigo con los tangos... (Saga, 1987).

En aquel disco volvió a hacerse presente la obra de Discépolo con temas como Esta noche me emborracho, Victoria y Yira yira; y, junto a él, otros grandes creadores argentinos como Homero Expósito, Nicolás Olivari, Homero Manzi o Eladia Blázquez.

Apartir de aquel momento, la presencia discográfica de Carlos, interpretando tangos, fue permanente. Entre sus discos figuran los siguientes:

Con el tango en el bolsillo (Saga, 1989) –en el que incluye, por ejemplo, el tema Setenta balcones, de Piazzolla y Baldomero Fernández Moreno–, Perfil de tango (RTVE-RNE, 1990), un segundo disco titulado Tangos a mi manera (RTVE-RNE, 1990) –ilustrado con un magnífico retrato de Aute– y Naturalmente, tangos (Centro de la Cultura Popular Canaria, 2001).

Luis Eduardo Aute, refiriéndose a esa pasión que Carlos Montero siente y sabe transmitir con el tango, y, en general, a su extraordinaria personalidad como músico y como guitarrista, realiza este comentario:

“Me propuse conocer a Carlos, allá por el 68, después de haberlo escuchado tocar la guitarra, acompañando a otro compañero, en un programa de radio. Carlos tocaba, y toca, la guitarra como a mí me hubiera gustado hacerlo, por eso llegué a la urgente necesidad de conocer a aquel extraordinario guitarrista. A partir de aquel encuentro, se inició una amistad que daría como fruto toda una serie de discos, mis primeros discos, que contaban con la imprescindible colaboración de Carlos. Todos los arreglos de aquellas canciones eran arreglos suyos. Eran trabajos de difícil clasificación porque intentaban a toda costa salirse de la norma instrumental de aquellos años. Ahí están, como testimonio de aquel trabajo, discos como 24 canciones breves, Rito, Espuma, Sarcófago o Babel.

Pero, probablemente, la faceta oculta de Carlos, faceta que me descubrió algún tiempo después (pudores estúpidos del genio...), era la de cantante de folclore argentino y de tangos. [...] Los tangos, en la guitarra y en la voz de Carlos Montero, adquieren una nueva dimensión... Se transforman en canciones intimistas, llenas de matices que apuntan hacia nuevas vibraciones poéticas y musicales, a esa manera de entender la canción. Discépolo, Manzi, Cátulo Castillo, Cadícamo, Expósito, se descubrían, a través de la personalidad de Carlos, como los más grandes entre los grandes de la canción.

“Debo confesar, con toda sinceridad –continúa diciendo Aute–, que gracias a Carlos y sus tangos, abrí los ojos y los oídos a una ‘esencialidad’ de la manera de escribir canciones. Gracias a esos tangos..., a la manera de Carlos, empecé a aprender, y todavía sigo en el empeño, el muy difícil oficio de juntar palabras y acordes musicales con el fin de ser cantados”.

Por su parte, Moncho Alpuente, al hablar de Carlos Montero, en 1990, escribió lo siguiente:

“Carlos Montero sabe que el tango anida en los rincones oscuros de bulevares y plazuelas, folclore bastardo que se nutre de sombras, de mujeres fugaces que dejaron su huella en el empedrado. Su guitarra conjura los espíritus del tango y la milonga, al otro lado del Atlántico, y sus espíritus responden porque el viajero es un iniciado en los misterios que destilan las seis cuerdas. Su voz, como un susurro de aguardiente y nostalgia, repasa las lejanas geografías de Buenos Aires. [...]

“Carlos Montero, contemporáneo y sabio, traspasa las fronteras del tiempo y del espacio con su canción eterna, melodía de arrabal, de todos los arrabales del mundo en los que reina resucitado por su ensalmo S. M. el Tango”.

De Carlos Montero debemos decir, por último, que, en 1990, fue galardonado con el premio Gardel de Oro, otorgado por el Centro Cultural Argentino del Tango, en Buenos Aires, y que ha sido director y presentador, en Radio Nacional de España, del programa titulado La noche que me quieras.

DISCOGRAFÍA DE CARLOS MONTERO

• De la huella (Movieplay, 1971) • De las raíces (Movieplay, 1973)
• Tangos a mi manera (Movieplay, 1973)
• De allá lejos y este tiempo (Movieplay, 1976)
• Y sigo con los tangos... (Saga, 1987)
• Con el tango en el bolsillo (Saga, 1989)
• Perfil de tango (RTVE-RNE, 1990)
• Tangos a mi manera II (RTVE-RNE, 1990)
• Naturalmente, tangos (Centro de la Cultura Popular Canaria, 2001)
• Tangolatría (Sello Autor, 2008)

viernes, 20 de agosto de 2010

MÚSICAS ABIERTAS / Tercer Ciclo / TAM Teatro Auditorio Adolfo Marsillach (Excepto la actuación del día 12 de noviembre) / 19,30 h

CARLOS MONTERO / Melodías de arrabal. S M el Tango / 8 de octubre

Carlos Montero nació en Buenos Aires en 1938.
Carlos, con su corazón “siempre mirando al Sur”, es un músico y un guitarrista excepcional que, además, canta; y lo hace con eso que en el lenguaje flamenco se llama “jondura”, es decir, con una voz que le sale de lo más profundo y que suena a suspiro o a desgarro del alma; voz interior percibida, en ocasiones, como lamento o quejío, y, otras veces, como confidencia amable y amiga que adquiere, en el tono sobrio de su voz, el valor de la palabra tierna, creíble y verdadera.
“Quiero dejar constancia de que el tango es una parte más de la música popular argentina y de que Buenos Aires es otra de las muchas regiones que le dan variedad y riqueza al folclore. Por todo esto y a mi manera, quiero rendir un homenaje a aquellos hombres que, alrededor de los años treinta, comprendieron el peligro de la comercialidad y la cursilería que rodeaba al tango. Gracias a sus obras, podemos gozar hoy de su autenticidad y también del peculiar lenguaje que aún se mantiene, ¡lo único quizá!, y que les da a los porteños esa particularidad que distingue a los pueblos con propias y entrañables raíces”.

SEYDU / Diamond Tears / 22 de octubre

Vocalista, compositor y percusionista, Seydu nació en Freetown (Ciudad Libre) fundada para acoger a los esclavos libertos que, desde América, regresaban en busca de sus raíces arrancadas, y erigida como símbolo de libertad. Freetown es la capital de Sierra Leona, un pequeño país de la costa occidental africana y gran productor de diamantes, desde donde, desgraciadamente, como de tantos otros lugares, nos llegan más noticias de guerra que de música.
Seydu creció oyendo los cantos de su madre, mezcla de fullah y de mandinga, y asimilando los ritmos que su abuelo arrancaba a las pieles de los tambores, vivencias que han marcado con fuerza sus señas de identidad musical.
Se dedica a la música desde muy temprana edad y se integra en bandas como la National Troupe de Sierra Leona, fundada por su abuelo. Precisamente, con la National Troupe de Sierra Leona, poco después viaja a Nigeria donde vive en la pequeña ciudad-comuna de Fella Anikulapo Kuti.
Hace casi veinte años que llegó a España, donde, poco a poco, y no sin dificultad, se hizo un hueco en el difícil mundo de la música, tocando con diferentes formaciones: reggae, afro, latin, jazz, pop... que conformaron su actual bagaje musical. Ha acompañado a grandes artistas, como Raimundo Amador y Kiko Veneno y ha participado en diversas grabaciones de estudio con gente como Rosario y Alejandro Sanz o Kiko Veneno, llegando a ser uno de los percusionistas de más éxito en nuestro país.

XARNEGE / Ixo - Sho / 12 de noviembre * Este concierto se celebrará en el Museo Etnográfico el Caserón en lugar de en el TAM

La música de Xarnege es mestizaje puro, intercambio en su máxima expresión. Músicos de ambos lados del Pirineo (vascos y gascones) se unen para aportar cada uno su forma de expresión musical. Y el resultado es una música libre, en la que todo es posible.Dos vascos de Guipúzcoa y tres gascones recrean sus músicas respectivas, pero aportando un mismo espíritu gracias a una conjunción admirable y algo misteriosa entre sus voces (utilizadas en pocas ocasiones) y los casi veinte instrumentos que interpretaron a lo largo del concierto. Pero entre todos ellos, destacó por encima de todo el sonido magistral de la zanfona, un instrumento que comenzó siendo culto y del que acabó apoderándose el pueblo o, como dice Xarnege, "pasó de la corte a los mendigos".Abriendo las tradiciones a nuevos conceptos y sonoridades, Xarnege nos ofrece en su disco Ixo Sho un sorprendente viaje musical que entremezcla las tradiciones gasconas y vascas para dar lugar a un resultado personal, fascinante y tremendamente actual. Distribuido por Karonte y producido por Pyrene, el trabajo que ahora presenta Xarnege, Ixo-Sho, supone un gran paso en la revitalización del folklore y su apertura a este siglo XXI.
*Este concierto se celebrará en el Museo Etnográfico el Caserón